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Antonio Paolucci

Historiador del Arte y Director
de los Museos Vaticanos.
Florencia, 2006.
ITALIA

JIMÉNEZ DEREDIA Y LA HIBRIDEZ EN EL ARTE LATINOAMERICANO


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Jiménez Deredia esculpe la superficie del mármol.


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Conocí a Jiménez Deredia en el verano del 2000. En aquella ocasión no lo conocí personalmente, sino a una obra suya, gigantesca, en mármol blanco, grande como el “David” de Miguel Ángel. Era huésped del célebre “atelier” Nicoli, en Carrara, un taller maravilloso en donde desde hace cuatro generaciones una dinastía de artesanos extraordinariamente cultos y genialmente versátiles, traducen en diferentes dimensiones los modelos de la escultura internacional. (…)
(...) Recuerdo que me llamó la atención la singularidad de la composición, simple, esencial, gobernada por relaciones proporcionales rigurosas y al mismo tiempo seducida por la circularidad, casi por la esfericidad de las formas. La escultura - me dijeron era destinada a uno de los nichos externos de la basílica de San Pedro en el Vaticano, reservados tradicionalmente para albergar imágenes de los fundadores de las órdenes religiosas.
En San Pedro, en los años sucesivos, tuve la posibilidad de volver a ver  la escultura de Jiménez Deredia que representa a San Marcelino Champagnat, colocada en uno de los nichos realizados por Miguel Ángel, pero ya para ese entonces había conocido otras obras del escultor. Así, finalmente, pude tener una visión clara de su recorrido intelectual y sentimental.
Aventurero (o alquimista) de “corazón y de razón” definió Pierre Restany al escultor Deredia. La fórmula es acertada y feliz porque nos restituye con exactitud el sentido de un recorrido en el arte que ha visto entrar en el juego - balancearse, confrontarse, y el uno en el otro reflejarse - la nostalgia y la memoria, por una parte; el orden racional, por la otra.
Consideremos, en efecto, la historia del hombre y del artista. Inicia en Costa Rica con sus esferas precolombinas Borucas, emblemas de una antigua civilización de hace más de 2.000 años. La llegada a la resplandeciente Carrara con sus canteras de mármol. En el medio de ambas está la Facultad de Arquitectura de Florencia y, por lo tanto, Arnolfo di Cambio y Brunelleschi, Michelozzo y Alberti, como también Michelucci, Ricci, Savioli. El punto fijo y el centro del mundo es el taller situado en el pequeño pueblo de Molicciara, entre el mármol y el mar, donde Deredia destila las ideas y sublima la memoria, hoy a sus cinquenta años y al vértice desu vida y de su carrera.
Se llega a Carrara desde muchas partes del mundo, porque el mármol es un imán irresistible. Antes de ser un médium, el mármol que Giovanni Pisano y Miguel Ángel amaron, es un mito. Mejor aún, es el Mito. Y como es tarea del mito transformar en arquetiposeternos las emociones y los latidos de cada uno, en el mármol de Carrara los escultores extranjeros que han escogido ser toscanos, se miran como en un espejo. Reconocen yenfocan sus propias culturas de origen y (si son capaces, si les corre aquella intuición fulminante que otros llaman “talento”) subliman ycompletan, en la confrontación y en la síntesis con otras influencias culturales, aquel patrimonio primigéneo. El resultado será la proposición armoniosa y definitiva, la huella identitaria que distingue al artista, aquel sello imperioso e inconfundible que no se puede definir de otra manera sino con la palabra “stile”.
Jiménez Deredia ha vivido, ha controlado y ha felizmente alcanzado un resultado de este tipo de experiencia. Jugando con lúcida sagacidad – diría Restany – los recursos del corazón y aquellos de la razón.
Extranjero de América Latina llevaba en su mente y en su corazón los arquetipos de las civilizaciones precolombinas. Eran formas cerradas, presencias silenciosas portadoras de mensajes indescifrables, las esferas de granito que los indios Boruca misteriosamente distribuyeron en el bosque lluvioso de Costa Rica. Pero en aquellos objetos arcaicos estaba la idea de lo absoluto. Estaba la inmanencia metafísica, estaba el oscuro pensamiento de Dios, como en la piedra negra del célebre film de Kubrick. En las esculturas de Deredia aquella impresión iniciática, aquél imprinting profundo quedó y, en tierra toscana, pudieron germinar como semillas ricas de frutos. (…)
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Estatua de San Marcelino Champagnat, 2000, mármol blanco de Carrara, Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano. cm 535 x 200 x 150


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San Marcelino Champagnat, mármol, detalle.

(…) La nueva patria - Toscana, Carrara y Florencia - enseñó a Deredia el sentido de la medida, del orden, de la exactitud. Bajo el cielo de la Toscana el escultor de Costa Rica entendió que el verdadero visible está lleno de ideas y que las ideas se expresan a través de relaciones proporcionales, dentro del melodioso ritmo de la vida. He aquí resuelta y felizmente apagada la confrontación-reflejo entre “corazón” y “cerebro”-.
Sus bronces y sus pulidos mármoles, intactos (cerrados y autosuficientes como una cosa de la naturaleza, como una hoja, como una concha, como una piedra) obligan a un contacto de tipo absoluto. Solicitan preguntas perentorias, anticipan respuestas definitivas aun cuando aparezcan polivantes y omnipresentes porque, como las sentencias de los libros misteriosos, son para todos y para cada uno.
En este sentido, las esculturas de Jiménez Deredia llevan a pensar en los ideogramas y en los totem; de estos últimos tienen la sacralidad, de los primeros comparten la complejidad y la ambigüedad.

“Imágenes cósmicas” definió Pierre a ciertas obras últimas de Deredia, porque miman, aun cuando representan figuras humanas, la simplicidad y la circularidad de las formas cerradas. La esfera es figura del mundo que es eterno porque es circular y circular son sus mujeres, sus flores, sus esferas de bronce sobrepuestas. Obras cerradas y perfectas bajo el cielo, como eran, cuatro mil años atrás, los misteriosos monumentos de piedra de los indios Borucas; acogidas dentro del orden intelectual toscano, se ilumina ahora de medida y de razón.
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Génesis de Recuerdo Profundo, 2010, mármol, colección privada, San José, Costa Rica. cm 50 x 210 x 50


Arraigo, 2009, mármol blanco de Carrara, plaza del Coliseo. cm 212x280x220
Arraigo, 2009, mármol blanco de Carrara, plaza del Coliseo. cm 212x280x220
* De Antonio Paolucci, Introducción del Misterio de la Génesis en la escultura de Jiménez Deredia, textos de Litta Maria Medri y Fabio Isman, catálogo de la exposición Jiménez Deredia en Florencia, Bandecchi & Vivaldi Editori, Pontedera, Italia, 2006, pág. 6-8.


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