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Pierre Restany

Teórico del arte, fundador del movimiento
“El Nuevo Realismo”
París, 2001.
FRANCIA

JIMÉNEZ DEREDIA Y LA HIBRIDEZ EN EL ARTE LATINOAMERICANO


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Niña, estudio N. 1 para la escultura de San Marcelino Champagnat, 1999, bronce, colección privada, Miami. cm 40 x 38 x 35

El arte, barómetro orgánico de las intuiciones fundamentales del ser y signo exterior de su destino; una definición general que parece infinitamente flexible pero que, de hecho, se muestra extremamente exigente en la actividad existencial y sólo puede aplicarse plenamente a un número ínfimo de aventureros “de corazón y de cabeza”, - como Ives Klein se complacía en definirlos delante de mí -.De estos artistas de corazón y de razón, mi íntima y precoz experiencia en la fulgurante trayectoria de pintor monocromo me agudizó la facultad de presentir y distinguir la feliz presencia del destino en el encuentro de nuestros circuitos existenciales.
¿Cómo se reconocen estos creadores de una especie tan rara?
Por su compromiso misionero en el seno de una visión cósmica de la energía, cuya finalidad operacional es la individualización del ser y su entronque armónico con el medio ambiente. En este inicio del tercer milenio que ingresa bruscamente en la cultura global, ellos son los últimos alquimistas, aquellos por quienes el arte continúa siendo invariablemente el vector humanista de la comunicación. Que el lector no se asombre de encontrar en mi discurso la traza de acentos referenciales a la psicología analítica Jungiana.
Pues es una bella historia la que voy a relatarles, una historia en la que el mito y la realidad están inseparablemente mezclados para ayudarnos a ver más lejos, a sentir más profundo, a vivir mejor. Es la fabulosa historia del encuentro fortuito de un hombre que tuvo la inmensa fortuna de ser testigo, promotor y decodificador, - entre sus 25 y 32 años, - de la más poderosa utopía cosmogónica del siglo XX, la cual descubre, unos 50 años más tarde, a un artista portador de un mensaje que ofrece inquietantes analogías espirituales con la alquimia de lo inmaterial kleiniano. Que alegría imprevista para mí ocuparme de ellas, presintiendo ya los invisibles vericuetos de la energía cósmica y la emergencia de nuevos arquetipos. Un placer de esencia rara que quiero compartir con el lector de este libro.
Este placer no lo debo a un subManzoni inteligente plagiario de Ives Klein o a un exégeta de Duchamp, que habría sublimado la estrategia apropiativa de los nuevos realistas, lo cual resultaría menos sorprendente, sino a Jorge Jiménez Deredia, un escultor nacido en Costa Rica en 1954, que llega a Carrara, Italia, durante octubre de 1976 en compañía de su joven esposa Giselle, para aprender la técnica del mármol. Se instalan en una localidad vecina, Molicciara, y allí viven todavía hoy la mayor parte del tiempo, a excepción de los dos meses que, desde 1987, pasan todos los años en Costa Rica.
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Juego, 1998, bronce, colección privada, San Salvador, El Salvador. cm 190 x 160 x 110

Yo vivo en Milán una decena de días por mes y hubiera podido conocer a Jorge mucho antes - nos vimos rápidamente en 1988 en la Bienal de Venecia; él participaba y yo era miembro del jurado, – pero estaba escrito que nuestro verdadero encuentro espiritual debía tener lugar bajo el signo del año 2000 Después de haber visto su obra en el ”OPEN” en Lido, Venecia, un figura femenina enlazada en ella misma según un ritmo arquetípico circular, al inicio de Septiembre de 1999, tuve el doble presentimiento de encontrarme en presencia de un mensaje codificado y del inicio de una larga cadena referencial. Jorge percibió la intuición al vuelo y nuestro sincronismo relacional se aceleró. En enero de 2000, estuve en Costa Rica y en julio del mismo año en Molicciara: dos períodos de reflexión intensa y de alquimia del diálogo que encuentran hoy, en agosto 2001 en París, plenamente su lógico despliegue. (…)
(...) Donde es asunto de la “apocatástasis” jungiana
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Armonía, 2011, mármol, detalle, colección privada, Los Ángeles, Estados Unidos

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Armonía, 2011, mármol, detalle, Segesta,

Sicilia, Italia, 2012.



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Alquimia, 2010, bronce, detalle.

En pleno mes de agosto de 2001, Jorge y Giselle vinieron a París para vernos a Jos y a mí y en la dulce pasividad del verano, pleno de ráfagas de calor, controlamos cada noche el avance de este libro que toma la envergadura antropológica del análisis de un proyecto de sociedad, suscitado por la dinámica espiritual de una obra basada en el cuestionamiento ontológico, la transmutación de la materia y la transformación del hombre. Estos problemas incumben la ideología religiosa y también el arte: pero la transferencia de la metafísica a la estética se opera por medio de una mitología de síntesis que toma, entre los protagonistas, la forma de una intuición fundamental portadora de una verdad. Ésta se revela progresivamente a ella misma: el poder alquímico de la energía cósmica. Esta verdad universal es objeto de desciframientos particulares que se apoyan en la constatación, o en la revelación de analogías referenciales entre mitos que surgen de diversas civilizaciones. La decodificación conduce al artista, capaz de asumir la plena conciencia intuitiva, hacia la utopía antropológica en todas sus dimensiones. En la visión de Jung, sería la apocatástasis de los alquimistas cristianos, la salvación del mundo a través de la justa utilización de la energía Fatal sería en Ives Klein que la revolución azul desembocara en la arquitectura del aire y el regreso al estado de la naturaleza en un edén técnico. En Jiménez Deredia es el descubrimiento de la esfera precolombina Boruca lo que abre la vía a una apocatástasis específica del ser, capaz de llegar a la conciencia luminosa de la armonía del hombre y del mundo. (…)

(...) Contados son aquellos que se revelan capaces de asumir de corazón y de razón la revelación de la omnipresencia de la energía inmaterial y de traducirla a través de su obra en un mito portador de utopía. Tengo el presentimiento de haber encontrado en Deredia un creador inspirado que habría podido dialogar con yves Klein y decirle: yo también sé que la verdad está inscrita en mi corazón; yo también sé que mi sensibilidad es un minúsculo destello de energía cósmica, y que no soy más que el inquilino y encargado de la misión. y puede ser que el pintor monocromo se haya sentido él también, polvo de estrellas. Esta clase de presentimientos es exigente, golpea como un trueno. Todo pasó rápido. ¡Plenitud bajo el cielo! Era absolutamente necesario que les contara esta bella historia, y les informara en dos palabras de la conclusión, que es la exposición lapidaria de mi total convicción. La obra de Jorge Jiménez Deredia asume la plenitud conceptual de una visión costarricense del humanismo contemporáneo, un arrebato de espiritualidad en el flujo de la comunicación global, un arte de vivir en el arte. Plenitud bajo el cielo!

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Alquimia, 2010, bronce, colección privada, Estados Unidos. cm 66x66x45

Alquimia, 2010, bronce, colección privada, Estados Unidos. cm 66x66x45
Alquimia, 2010, bronce, colección privada, Estados Unidos. cm 66x66x45
* De Pierre Restany, Plenitud bajo el cielo. Jiménez Deredia y su leyenda, París, 2001, Bandecchi & Vivaldi, Pontedera, Italia, 2001, pág. 6-8, 94, 95, 121.

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